Librerias

Librerías y papelerías se cuentan también entre mis tiendas favoritas.

En la actualidad cuando asomo por una librería conjugo dos verbos: ojeo y hojeo, luego me decido y elijo uno o dos libros, los pago en metálico o con tarjeta y a casa.

Las cosas no resultaban tan fáciles en los años de mi infancia. ¡Ya, ya ! Contaré cómo eran.

Mi primera librería en Pamplona fue «Vaquero» que estaba en la manzana de la Iglesia San Miguel. En «Vaquero» además de comprar los cromos de Sissí, Marisol o Ben Hur, depende de la época, también podías cambiar tebeos y novelas.

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Tebeos: Yo era consumidora de los que se llamaban de «hadas» imaginaros el contenido de los mismos.

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Novelas: Se leían entonces las de la colección «Historias». La mayoría eran biografías que combinaban la narración con algunas páginas de ilustraciones, en blanco y negro por supuesto y muy poco esmeradas. También fueron muy populares por esta época los libros de Celia, éstos no los compraba, me los dejaba una vecina. A la mamá le gustaba leer las novelas, más bien novelitas, de la biblioteca «Chicas. El papá cuando podía leía tebeos de «Hazañas bélicas» La palabra «comic» estaba aún por utilizar, entonces todos eran Tebeos.

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Una visita a «Vaquero» nos permitía, por unos pocos céntimos, cambiar nuestros tebeos y novelas ya leídos por ejemplares nuevos, bueno nuevos, mejor dicho usados pero que todavía no los habíamos leido.

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Con nuestro nuevo botín a la noche nos tumbábamos las dos en la cama de su cuarto, cada una con su lectura. Cuando llegaba el papá de su viaje en camión, normalmente tarde, me llevaba a mi cama, a veces en brazos.

La otra librería de culto de mi infancia fue «la librería Amaya» junto al Mercado del Ensanche. Era de todo, librería, papelería, estanco. Lo mismo el papá se compraba los puritos que la mamá la lotería o el papel de forrar los libros, bueno, como ya he dicho, de todo.

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Allí de vez en cuando conseguía que me compraran algún capricho como por ejemplo un lápiz adornado con los dibujos del TBO y en su extremo un muñequito representando algún personaje de la familia Ulises,  la Sra. Sinforosa a ser posible,que era mi favorita. Esto era lo más de lo más. La de vueltas que le daba al lápiz y cuánto me gustaba el muñequito.

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Los domingos al mediodía nos acercábamos hasta esta librería y me compraban cromos, no muchos, y algún tebeo «de hadas» que eran los que me gustaban, después en el bar Amaya ellos tomaban «el vermut» y a mí me daban cuatro aceitunas pinchadas en un palillo y tan contenta.

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No me interesaron nunca los tebeos que yo llamaba de chicos, ni «El Jabato» ni «El capitán Trueno». Mi mundo era el de las princesas y las hadas, de ellas pasé directamente a las protagonistas femeninas de novela: Ana Karenina, Rebeca, Lucrecia Borgia , Jane Eyre y sobre todo Catherine enamorada de Heathcliff  en ·Cumbres Borrascosas».

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Nota. Al escribir este último párrafo pienso que mañana mismo me doy a la labor de leer una vez más «Cumbres Borrascosas».

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