Calle Olite, 16, 3º izda. Pamplona

Aburrida de la gripe. Escribir me sienta mejor que el Termalgin.

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 Desde la habitación de los papás se accedía a este balcón que daba a la calle Olite.

Con el buen tiempo salíamos al balcón, a mirar, podía ser las mañanas de domingo para ver la animación de la calle cuando la gente iba a Misa a la iglesia de San Francisco.

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Podía ser las tardes de San Fermines para ver la entrada a los toros. La Plaza estaba muy cerca, al final de la calle.

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Cualquier día de labor hacia las 9 de la mañana podía asomar la mamá al balcón para decirles a los chicos, que se dirigían a los Escolapios, alguna de las frases propias de una madre. «No os peguéis», «No os metáis en los charcos», «Os habéis olvidado el bocadillo».

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En la acera de enfrente de la calle Olite yo tenía un admirador que tonteaba conmigo y yo me moría de risa cuando con un espejo se dedicaba a hacerme cucamonas.

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                                        Este es el balcón que daba al patio de manzana formada por la calle Olite, la Avda. de Franco (ahora Baja Navarra) y la calle Teobaldos.

Era el balcón de colgar la ropa. En las cuerdas de fuera cuando hacía buen tiempo, o en las de dentro si llovía. De sus paredes pendían los distintos barreños que se utilizaban para el remojo de la ropa en lejía, en azulete.

Los geranios eran el dominio de la yaya. Estaban colocados sobre un armario en el que guardaba juegos de café, tacitas de chocolate, copitas de licor. Ninguno de los juegos estaba completo pero a nosotros nos gustaba jugar con ellos, sobre todo a los chicos que abrían las puertas del armario, colocaban dos bancos delante y ya tenían instalada su barra de cafetería y ¡a servir!

Yo todavía tengo algunos restos de aquel tesoro: unas tazas de café adornadas con rosas y otras con escenas orientales. Las guardo con cariño, bueno no las guardo, las uso, porque guardadas han estado más de 50 años.

El mundo de los geranios yo no lo entendía pero la yaya se ocupaba de cubrirlos con plásticos cuando llegaban los fríos, destaparlos con la primavera, cortar las púas. Luego yo he aprendido bastante de geranios en Igúzquiza donde Andrés cuida con esmero los que adornan las ventanas de la casa.

La ventana del baño daba a este balcón y ahí asomaba yo a echar los humos de mis primeros cigarros.

También salía a este balcón a secarme el pelo al sol que me parecía era la mar de beneficioso para mi cabello.

A fuerza de estar en el balcón conocía bastante la vida de otros balcones y también había ligues de balcón a balcón. Sí, los chicos jóvenes no salían mucho al balcón, no tendían la ropa, ni cuidaban las plantas pero se sentaban oportunamente a estudiar cerca de la ventana y……

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Y es que yo, aunque las chicas estábamos llenas de complejos, a juzgar por las fotos……

Entre balcón y balcón, nuestra vida en un piso del que desconozco los metros cuadrados. Tanta vida hubo en él, en aquella cocina, en el comedor, que yo pensaba que era un piso grande para albergar tantas cosas y emociones.

 Me temo que si voy al Registro de la Propiedad me llevaré una sorpresa.

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